miércoles, 27 de mayo de 2015

¿Debería sancionar la FIFA a Israel?

Una palestina solicita la exclusión de los clubes de colonias israelíes durante una visita de Blatter a Ramallah (Foto: PFA)

Cualquiera que haya pisado los Territorios Ocupados de Palestina sabe que la distancia más corta jamás es una línea recta, que diez minutos de camino no son 600 segundos sino, ¿quién sabe?, probablemente 3.600 o 7.200, siempre y cuando el camino no lo interrumpa un checkpoint militar móvil que, sumado a los fijos y al ya de por sí farragoso trazado de carreteras que sortea colonias y el curso del muro israelí –por cierto, ambos ilegales-, hacen de la movilidad palestina un acto de heroica resistencia. 

El fútbol es pasión en Palestina. En cuanto a uno le descubren español, la pregunta inmediata versa sobre la filiación culé o merengue del interpelado. El fútbol es pasión en Israel, y así, cuando Messi empezó a bailar entre las piernas de los defensores del Bayern de Múnich, mi Twitter se llenó de entusiastas culés israelíes… y palestinos. El fútbol es una pasión compartida; la condición de palestino o israelí -incluidos, entre ellos, los israelíes palestinos, claro- no incide en la de forofo. Sin embargo, aunque en su dimensión pasional el fútbol diluye fronteras, en su práctica la división es radical. Ambos países tienen competiciones de fútbol y disponen de sus correspondientes federaciones integradas en la FIFA, pero la competición palestina depende completamente de la voluntad israelí, e Israel no está muy por la labor. 

La bantustanización de Palestina, el aislamiento entre las diferentes localidades de Cisjordania por la presencia de un ejército de ocupación, el trazado del muro y el crecimiento de las colonias, impide el desarrollo económico de Palestina. La dificultad de transportar con regularidad mercancías entre pueblos y ciudades o los obstáculos para la libre circulación de personas son algunos de los motivos. Obviamente, las dificultades para la organización de competiciones deportivas va en consonancia. Ni qué decir tiene que el inhumano bloqueo que Israel mantiene sobre Gaza (cuya guinda es cosa del Egipto de Sisi) hace imposible el desarrollo de una competición nacional, dado que Israel es quien concede (deniega, más bien) los permisos para poder entrar o salir de la Franja, por lo que tanto Gaza como Cisjordania tienen sus propios campeonatos. 

Si nos ceñimos a Cisjordania, es imposible competir con normalidad. La ocupación convierte en orientativo cualquier señalamiento horario de un partido. ¿Cómo saber de antemano cuánto tiempo puede llevar el trayecto hasta el campo del rival si la duración depende de la veleidosa voluntad del ocupante israelí? “Nosotros jugamos a veces los sábados. Ese día es sagrado para los judíos. Para proteger a los colonos de Hebrón, nos cierran a veces las carreteras y no hay manera de salir de la ciudad. Si damos la vuelta por otro checkpoint quizá pasemos, pero nos lleva a dar rodeos de horas para ir a otro estadio. Llega un momento en el que se te quitan las ganas de jugar”, le comentaba Abdellatif Bahdari, jugador de un club de Hebrón, a la periodista Carmen Rengel que, en un artículo para ‘El Confidencial’, recogía también cómo el retraso de cinco horas por los controles de Israel en territorio palestino había obligado a la suspensión en octubre de 2012 de un partido de fútbol entre Emiratos Árabes y Palestina en Belén con presencia de mandatarios de la FIFA. 

A la FIFA se dirige la Federación Palestina de fútbol. Los días 28 y 29 de mayo celebrará su congreso en Zúrich y en él se discutirá la solicitud de sanción sobre su homóloga israelí, que de aplicarse conllevaría, probablemente, la imposibilidad de que la selección nacional y los clubes israelíes participaran en competiciones internacionales durante un año. Aunque la Federación Palestina ha subrayado en el documento que ha dirigido a todas las federaciones miembro de la FIFA la motivación estrictamente deportiva de su petición, desde el lado israelí no han faltado las reacciones políticas, como la de su embajador en Colombia, Marco Sermoneta, que en Twitter habló de “provocación” y acusó a Palestina de “violar toda norma escrita y no escrita de la FIFA”. 

Jibril Rajub, presidente de la Federación Palestina de Fútbol, delante del muro israelí (Foto: PFA)

Si nos atenemos a los propios estatutos de la FIFA, la Federación Israelí podría ser sancionada por violar de forma obvia al menos dos de los puntos de sus estatutos (artículos 83 y 84), pero también en virtud de representante deportivo de un país que interfiere en la actividad de otra federación miembro, en este caso la de Palestina. A este respecto, la Federación Palestina apunta que la Israelí podría ser sancionada en base al artículo 13.3 de los estatutos de la FIFA, el que señala que “la violación del apdo. 1, letra i) del presente artículo también puede entrañar sanciones incluso si la injerencia de un tercero no puede imputarse a la asociación miembro en cuestión”; letra i) del artículo 13 que dice que “los miembros se obligan a administrar sus asuntos de forma independiente y asegurarse de que no se produzca ninguna injerencia por parte de terceros en sus asuntos internos”. En el documento, la Federación Palestina se pregunta: “¿Qué otros mecanismos puede utilizar la Federación Palestina de Fútbol para imponer un cambio en las prácticas de las autoridades políticas israelíes si no es con la amenaza de una suspensión como esta a la Federación Israelí? A propósito, es el mismo método que la FIFA utiliza para forzar a un gobierno a respetar la autonomía de una federación: la amenaza de un coste político frente a la opinión pública”, apuntan en el documento. 

Si dejamos de lado por un momento los estatutos de la FIFA y trasladamos como ciudadanos la reflexión al terreno de los derechos humanos, es lógico interrogarse sobre las consecuencias que una sanción así podría conllevar. Por supuesto, que Israel no participe en competiciones futbolísticas internacionales en nada alivia la situación palestina, ni siquiera la de sus propios equipos de fútbol. Pero, ¿no forzaría necesariamente un proceso de cambio y/o reflexión de las políticas de Israel respecto a los palestinos? Sólo con recordar las alarmas políticas que se encendieron en España hace unas semanas con la amenaza de huelga de la Liga podemos intuir el impacto que tendría una sanción así en Israel. 

Al igual que el Comité Olímpico Internacional excluyó a Sudáfrica de su participación en competiciones internacionales mientras mantuvo su régimen de apartheid, ¿no cabría aplicar una sanción similar mientras Israel mantenga la ocupación de territorios palestinos y políticas sobre ellos similares a las del apartheid sudafricano? Como señala Jacobo Rivero en un artículo publicado en ‘El País’, “hay que interpelar desde la sociedad civil a los organismos deportivos para que alienten decisiones que, como en Sudáfrica, fuercen a gobiernos antidemocráticos a procesos de cambio”. 

Es frecuente escuchar que “no hay que politizar el deporte”, frase que, sin embargo, suelen pronunciar personalidades que o bien no se ven afectadas directamente por la represión política y/o las violaciones de derechos humanos denunciadas o bien trabajan en el país objeto de la denuncia, como es el caso de Jordi Cruyff, director deportivo del Maccabi de Tel Aviv. Esa declaración no deja de ser una contradicción en los términos, dado que toda competición deportiva es intrínsecamente política. ¿Qué son las selecciones nacionales sino representantes deportivos de naciones políticas? ¿Qué son las grandes competiciones deportivas sino enormes escaparates que utilizan los países organizadores para mostrar lo que desean al mundo? Lo exclusivamente deportivo queda muchas veces en un segundo plano. Pero, aunque la esterilización del deporte pudiera ser incluso deseable, tampoco se puede obviar la fuerza transformadora que tiene, siempre que ésta busque fines éticos y humanitarios superiores a los de la mera práctica competitiva. 

Aunque la Federación Israelí pretendiera escudarse en las políticas del gobierno de su país, e incluso en un teórica impotencia para incidir sobre ellas –lo que, como hemos visto, no le exime de las sanciones según el punto 13.3 de los estatutos FIFA-, en el caso de la denuncia palestina hay dos puntos de esos estatutos que la Federación Israelí viola flagrantemente: el 83 (que dice que “los miembros y sus clubes no pueden jugar en el territorio de otro miembro sin la aprobación de este último”) y el 84 (que subraya que esos equipos “solo pueden (…) participar en competiciones en el territorio de ese miembro en circunstancias excepcionales. En cada caso, ambos miembros, la confederación o las confederaciones correspondientes y la FIFA deben dar la autorización”). Ninguno de los dos puntos se cumple en el caso de los hasta cinco clubes de fútbol miembros de la Federación Israelí que participan en competiciones organizadas por ésta y que, sin embargo, tienen su sede en colonias israelíes en territorio palestino ocupado

Según el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, “el traslado, directa o indirectamente, por la potencia ocupante de parte de su población civil al territorio que ocupa” se considera crimen de guerra. Cinco clubes de fútbol que participan en diferentes competiciones organizadas por la Federación Israelí forman parte de esas colonias que constituyen un crimen de guerra. Que la Federación Israelí los ampare en sus competiciones, además de una violación de los estatutos de la FIFA, ¿no es en sí una acción política? Que la FIFA dejara esa violación sin sanción, ¿no sería un posicionamiento político? 

Carlos Pérez Cruz

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