jueves, 23 de octubre de 2014

Carta a un amigo palestino



Querido amigo,

Muérete. O si no estás dispuesto, vete. Vete lejos, deja tu tierra, abandona tu vida tal y como la has conocido y déjalo estar. Has perdido, ya deberías saberlo, y los vencedores no tienen un sitio para ti. Quizá en otro lugar, en otro tiempo, en otras  derrotas, pero en esta tu derrota no cabes porque el ganador de la batalla tiene planes y son exclusivos para los judíos del mundo, o para aquellos que convenga que lo sean en cada momento. Y tú no lo eres, así que vete ahora que todavía estás a tiempo.

Sé que es injusto, pero bien sabes que la justicia es una quimera, una herramienta teórica que en la práctica se amolda a los intereses de los que mandan. Podrías no haber nacido palestino, podrías no haber nacido en Palestina, pero tendrás que joderte –sabes que te lo digo desde el cariño-, eres palestino y estás destinado a huir de tu casa antes de que te la derriben los bulldozers o de que grupos de colonos iluminados te la ocupen o de que el ejército ocupante la bombardee. ¡Vete! ¡¡Corre!! Por lo que más quieras, ahora que todavía estás a tiempo.

Me lo has pedido mil veces: “No os olvidéis de nosotros”. Y sabes que no lo hago y que muchos no os olvidamos ni un solo día de nuestras vidas pero, amigo, nosotros sólo somos el 99%, somos la sartén que otros cogen por el mango. Denunciamos, gritamos, contamos vuestra historia y te aseguro que son muchos los que se emocionan al oírla, mayoría los que se indignan. Pero no te engañes, nuestro enfado no va a derribar el muro. Nuestra indignación no va a despeinar la (falta de) ética de nuestros políticos. No es nada personal, sólo son negocios. Por eso huye, ahora que todavía estás a tiempo.

Me las has señalado con el dedo y yo las he visto por doquier: las placas con el logotipo de la ayuda de mi país o la de Estados Unidos o la de Japón. Dices que nuestros países os ayudan y por eso no entiendes por qué no hacen nada por parar a Israel, por qué permiten que Israel destruya lo que hemos construido. ¿No te das cuenta de que es dinero que damos por descontado? ¿No has caído en la cuenta de que eran escenarios de cartón-piedra? Quizá te suene una cosa que dimos en llamar conciencia. Pues a veces se puede lavar ¿lo sabías? Como se lavan los calzoncillos, la ropa de cama o el dinero. La tendemos al sol de la buena vida y a vivir que son dos días. Por eso, abandona el escenario, sal, vete a Jordania si tienes familia allí, corre ahora que todavía estás a tiempo.

Nos has abierto siempre las puertas de tu casa, nos has invitado a té, has contado tu historia mil veces porque mil veces te la hemos preguntado y la volverías a contar. Nos has relatado, después de respirar hondo, que te dispararon en las piernas delante de tus hijos, pero que a tus hijos no quieres que les ciegue el odio; que les has explicado que, aunque los colonos son judíos, no todos los judíos son colonos; que tu familia tiene amigos judíos, aunque ya no te dejen ir a verlos. Lo sé, pero cuando a tu hijo, en un arrebato de rabia e impotencia, le dé por atropellar a alguien, nadie le dará la oportunidad de explicar que a su padre le dispararon delante suya y nadie pagó por ello, o que desde que nació vive con el cuello bajo la bota militar de la ocupación y siempre humillado. No podrá contarlo porque a nadie le importarán los porqués de su acción y porque los porqués habrán muerto con él. Será, como tú mismo le advertiste, un terrorista. Por eso vete, sácalos de casa ahora que todavía estás a tiempo.

¿¡Por qué!?, clamarás al cielo. ¿Por qué ignorasteis el asesinato de mi hijo y llamáis terrorista a cada palestino que ya no puede más? ¿Por qué la muerte de Nadeem fue en un incidente y la de ese bebé israelí en un acto de terrorismo? Querido amigo, déjame que te lo explique aunque no llegues a entenderlo. Nuestros periodistas lo cuentan. Perdón, déjame empezar de nuevo. ¿Recuerdas lo de la sartén y el mango? Nuestros corresponsales lo quieren contar pero no pueden, sólo si están dispuestos a que la sartén se amolde al mango que manejan otros a miles de kilómetros. Lo siento, no queremos contrariar a aquellos de los que depende nuestro plato de lentejas. Pero off the record lo contamos todo, eso por descontado. Por eso no te sorprendas si cada atropello vuestro llega al papel y los suyos no o son un simple accidente Así que escúchame, te lo pido de corazón: ¡sal de ahí ahora que todavía estás a tiempo!

Tu vida no vale nada, tu sangre no mancha, tus hijos no tienen derecho a la dignidad como tampoco tú la tuviste desde que naciste. Admiramos vuestra resistencia, pero os prohibimos resistir. Os matan, pero os prohibimos matar. Sigue mi consejo y vete ahora que todavía estás a tiempo. Porque cuando derriben tu casa, te hagan mil pedazos o se lleven a tu hijo, nosotros no estaremos ahí para consolarte. ¿Justicia, dices? Serás otro hombre roto, otro lamento que nos cansaremos de escuchar.

Con cariño, tu amigo.

Carlos Pérez Cruz

No hay comentarios:

Publicar un comentario