domingo, 24 de agosto de 2014

La honorable condición de insecto

No soy padre, pero sí hijo. Aunque sea por mera aproximación, puedo imaginar qué siente un padre o una madre cuando algo grave le sucede a su hijo. Imagino el revolcón, el sofoco, la angustia, la desesperación… pero, al fin y al cabo, y por fortuna, hasta día de hoy sólo imagino. ¿Qué sentirá una madre que en apenas unos días pierde a su marido y a la que un bombardeo deja a uno de sus hijos entre la vida y la muerte, entre la ceguera y la visión parcial, entre la minusvalía y la tumba? 

El año pasado tuve la suerte de compartir unos días en Palestina con dos buenos amigos, ambos padres. Los dos me transmitieron la felicidad de su paternidad, se les dibujaba una sonrisa de plenitud con el recuerdo de quienes les esperaban a la vuelta. Cuando conseguíamos localizar una señal de wifi abierta, por precaria que ésta fuera (y solían serlo), Juan aprovechaba para intentar descargar, a golpe de rebote de señal, el último video que su mujer le había enviado con las últimas andanzas de su hijo Nicolás. El del lanzamiento de “jabalina” con posterior caída de culo lo repetimos entre risas unas cuantas veces. 

Algo de lo que me contó Juan se me quedó grabado. Reconoció que, desde que su hijo nació, había desarrollado una especie de sexto sentido que le hacía estar en alerta ante la posibilidad de que sufriera cualquier percance. Una sensación desconocida hasta la fecha y que se activó en el momento en el que Nicolás llegó a su vida. Miedos de padre, pero miedos saludables en la medida en que no se apoderen de uno y le permitan estar atento a esos pequeños detalles y elementos del paisaje que, de forma insospechada, puedan herir a un niño que apenas tiene noción del riesgo. 

La suerte de Nicolás, además de contar con unos padres estupendos, es que los riesgos que afronta día a día son lógicos, en la medida en que consideramos lógicos algunos inconvenientes de la vida en la gran ciudad. La mala suerte de Mohammed es que los suyos no son los inconvenientes de la gran ciudad, o no sólo. La suya es la mala suerte de haber nacido en un lugar del mundo que, muy poco antes de que él viera la luz, Israel decidió convertir en una cárcel a cielo abierto (o ni siquiera, si consideramos el sobrevuelo permanente de los drones un techo). Y en esa cárcel, de la que Egipto es cooperador necesario, Mohammed ha perdido a su padre por un bombardeo israelí (aunque todavía no lo sabe) y él ha resultado gravísimamente herido en otro, hasta el punto de que puede llegar a perder la vista por completo. Ha quedado ciego de un ojo y el otro ha quedado “taladrado por decenas de minúsculos pedazos de metralla”. Tiene siete años y una mínima esperanza, que pende de un traslado a España.


Mohammed, y dos hermanos de 13 y 17 años, han sido operados en Jordania, gracias a las gestiones del consulado de España en Jerusalén. Les acompaña Umm, su tía. ¿Dónde está la madre? En Gaza. ¿Cómo es posible? ¿Por qué no ha acompañado a sus hijos a Ammán? ¿Será que el dolor por la muerte del marido la mantiene allí paralizada? Estamos hablando de sus hijos, del vínculo más íntimo que una madre puede tener con la vida. ¿Por qué no está con ellos en el hospital? ¿Será acaso que tienen razón los que desde Israel dicen que la de Gaza es una cultura de muerte mientras en Israel se defiende la vida? 

Mi imaginación no alcanza para llegar a ponerse en la piel de esa mujer, como tampoco las palabras pueden llegar a trazar el camino hacia semejante horror. No, la madre de Mohammed no está en Gaza celebrando la muerte de su marido ni haciendo dejación de su responsabilidad materna en manos de una tía. Es humana, y ello explicaría que hubiera quedado paralizada por el horror y por el dolor. Sería una explicación, pero no es la explicación. La madre de Mohammed -y de Ibrahím e Imán- está paralizada en Gaza, sí, pero contra su voluntad. Tiene 39 años e Israel impide que de Gaza salgan personas mayores de 15 años y menores de 40

Israel ha resuelto una cuestión meramente humanitaria aplicando los parámetros arbitrarios de sus “security reasons”, ese mantra que encubre todo capricho represor y humillante en Gaza y Cisjordania. Israel ha abandonado en Gaza a una mujer a la que ha dejado viuda y a la que ha herido de diferente gravedad a sus hijos. ¿Qué sentirá cada vez que escucha un nuevo bombardeo? ¿Qué se removerá en su ya destrozado corazón? ¿Cómo soportará la imposibilidad de saltar el muro con el que Israel la ha separado de sus hijos? 

Son preguntas para las que no tengo respuesta, pero a las que Gideon Levy ha puesto certera expresión en su más reciente artículo en el diario ‘Haaretz’, titulado “La diferencia entre niños”. Levy, ese extraño héroe de la cordura en Israel (y al que acompañan guardaespaldas… claro), se pregunta en él por la deshumanización que permite que los israelíes ignoren y justifiquen con todo tipo de razonamientos (con perdón) los casi 500 niños muertos en Gaza por disparos de su ejército y, sin embargo, se unan en un irreprimible dolor ante el primer niño israelí muerto por disparos desde la Franja. “Un muro de hierro de negación e inhumanidad protege a los israelíes del vergonzoso trabajo hecho con sus manos en Gaza”, escribe Levy, quien arroja sobre sus conciudadanos una reflexión terrible: “Debemos admitir la verdad: en Israel se considera a los niños palestinos como insectos. Es una frase horrible, pero no hay otra forma de describir el ambiente en Israel en este verano de 2014”. 

La aplicación estricta de una veleidosa normativa de seguridad -de la que la madre de Mohammed hubiera quedado eximida en breve, apenas cumpla los 40-, los impedimentos que los asesinos de su marido y responsables de las heridas de sus hijos le han puesto a esta mujer para poder acompañarlos al hospital de Ammán, nos hablan de un país en el que, cuando menos sus responsables, no sólo carecen de la mínima empatía humana sino de la respetable condición de ser vivo de un insecto. Están podridos, muertos en vida. 

Carlos Pérez Cruz

1 comentario:

  1. Gracias Carlos por la tremenda labor que estás realizando. Gracias por hacernos comprender (aunque es incomprensible) lo que está pasando en Gaza. Intentar informarse, como bien sabes, en medios convencionales es perder el tiempo. Por esto me parece muy importante toda la información que estás publicando para que la gente sepa la verdad. Espero que este blog se pueda cerrar algún día. Saludos

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