Al participar en Twitter en la
campaña promovida por la Rescop (Red Solidaria contra la Ocupación de
Palestina) para pedir a Diego ‘El Cigala’ que cancele su actuación el próximo
26 de mayo en el Festival de Músicas del Mediterráneo de Ashdod (Israel), he
recibido una respuesta en esa misma red de un músico al que tengo aprecio
personal y respeto profesional. Ese encuentro en Twitter ha derivado
posteriormente en un intercambio de correos electrónicos (todavía en marcha a
la hora de escribir estas palabras). Los siguientes párrafos resumen algunas
cuestiones derivadas de nuestra conversación.
Se acoge este músico a las criminales políticas migratorias de España en Ceuta y Melilla y a una paliza mortal
propinada en Catalunya por los Mossos d’Esquadra como ejemplos de hechos por
los que según él, siguiendo los razonamientos del BDS, también España y
Catalunya deberían ser boicoteados. Ambos son, sin duda, hechos deleznables
pero, contraponerlos a políticas coloniales y de apartheid, nos sitúa en un
callejón sin salida. Aunque abundan los McDonald’s, no existen en España ni en
Catalunya “territorios ocupados” bajo régimen militar (salvo para colonos
judíos, para los que rigen leyes civiles), ni los niños que van al colegio
tienen que superar registros ni cacheos de las fuerzas ocupantes. La situación
que se vive en Palestina (y en Israel con los ciudadanos árabes) es un
auténtico apartheid basado en políticas de discriminación, denunciadas por
numerosos organismos humanitarios internacionales.
Sí, en todos los países del mundo
se violan derechos humanos (incluidos España y Catalunya), pero no en todos los
ciudadanos disponen de las mismas opciones para afrontar/denunciar/resolver esas
violaciones. ¿Tiene un ciudadano de Guinea Ecuatorial las mismas opciones que
uno de España? No. Y no creo (más bien, certifico) que un palestino tenga las
mismas opciones que un español o un catalán. Eso sí, si un músico senegalés
(pongamos por caso) hiciera pública su renuncia a tocar en España por los
crímenes de Ceuta, obtendría mi total apoyo. Toda denuncia pública que ponga
sobre la mesa un problema tan grave es bienvenida.
Me interroga mi interlocutor
sobre si en la España franquista los artistas extranjeros deberían haber
promovido un boicot. Se me ocurre responderle con una pregunta: ¿Actuarías en
un festival organizado por el Estado (ya sea franquista, ya sea sionista) o en
instituciones amparadas por él? Si la actuación es fuera de los circuitos estatales,
en circuitos alternativos que combatan la injusticia, yo no tengo nada que
decir.
Me dice igualmente que él acudió
a tocar a Estados Unidos cuando Bush Jr. declaró la guerra a Iraq y que, aunque
recibió críticas furibundas por ello, encontró allí “rincones de libertad y
resistencia, gente maravillosa”. Fantástico, nadie lo duda. También hay gente
maravillosa en Israel, qué duda cabe. Pero, por muy execrables que sean las
políticas imperialistas de Estados Unidos (y válgame el señor que muchos las
denunciamos en todo el mundo), la dimensión del país hace inviable una
herramienta como el BDS para cambiar las políticas de USA. Y es que el BDS es
eso, una herramienta. Y las herramientas se aplican en situaciones que puedan
ser efectivas. Israel es un país muy pequeño y la herramienta, promovida desde la propia sociedad civil palestina, no sólo es pacífica sino además factible en
términos prácticos. Una forma no violenta, que cuenta también con algunos
apoyos en el interior de Israel, para tratar de acabar de una puñetera vez con
un drama que dura ya, cuando menos, 66 años.
“Yo toco para la gente”
A preguntas del diario ‘El País’,
Diego ‘El Cigala’ afirma que se siente “del pueblo” y que su público “no tiene
la culpa de lo que haga el estado”. En esa misma línea, mi interlocutor me dice
que él toca “para la gente, no para la policía o el gobierno que mata”. El
problema es que las políticas de Estado no las sostiene el espíritu santo, sino
los ciudadanos (aunque no todos las apoyen). Elegimos a nuestros representantes
y somos nosotros los que denunciamos (o, por el contrario, amparamos) las
decisiones de nuestros gobernantes (la efectividad de nuestra presión, ya es
otro cantar). En el caso de Israel, con en torno a 8 millones de habitantes,
son testimoniales las voces críticas y es prácticamente imposible encontrar a
un solo ciudadano que no tenga o no haya tenido un mínimo de responsabilidad en
las políticas de su país. La sola obligatoriedad de realizar el servicio
militar (hombres y mujeres, salvo los palestinos con pasaporte israelí), hace
que la mayoría haya puesto en práctica las políticas represivas de su gobierno.
Los “refusenik” no sólo son una minoría absolutamente insignificante, sino que
pagan un alto precio por ello (entre otros, acceso a determinados puestos de
trabajo, vivienda, etcétera).
Añade ‘El Cigala’ que “hay que
unir a los pueblos”. Habría que explicarle que hay algo que lo impide
físicamente (un muro) y unas políticas (de apartheid) que penalizan esa
posibilidad. Al tocar en ese festival,
el músico legitima políticas, lo contrario de lo que dice proponer. Porque,
¿cómo piensa ‘El Cigala’ “unir a los pueblos” si sólo va a tocar en Israel?
¡Ah! Que dice en ‘El País’ que se ofrece a cantar en Palestina. Que lo haga.
Entonces el BDS habrá cumplido el objetivo de que no actúe en Israel, pero en
este caso ya no será por decisión del propio cantaor.
Carlos Pérez Cruz